La renuncia del Papa y su sucesor
En un mundo en que
la mentira es poderosa,
la verdad se paga
con sufrimiento. Benedicto XVI.
Que el último papa será el Papa
Negro, y es el que le sigue a Benedicto XVI…, dicen los que dicen que saben de
profecías. Un religioso esquizofrénico del siglo XII, San Malaquías, escribió
en su lecho de muerte una lista llena de nombres simbólicos que profetizaban a todos
los papas hasta el fin de los tiempos, o eso inventó otro religioso del siglo
XVI. Los milenaristas apocalípticos están de plácemes porque Benedicto XVI es
de hecho el penúltimo papa de la supuesta lista profética, después de lo cual
sólo nos queda esperar al último pontífice, identificado por Malaquías como
Petrus Romanus.
Cuenta la leyenda que el papa del fin
del mundo sería un Papa Negro, superchería que ha sido interpretada en general
en tres variantes: que el último papa será jesuita, que será de raza negra, o
que será una especie de falso profeta, un papa perverso, un aliado de Satanás
infiltrado en la Iglesia.
La leyenda del Papa Negro hace que
los periodistas estén encantados postulando que el obispo de Ghana podría ser
papa, aunque es poco probable que una institución tan racista como la Iglesia
tomara esa decisión; de jesuitas ni hablar, ya que la ultraconservadora
institución no querría un reformista; así pues, sólo queda pensar que el Papa
Negro simplemente será malvado. Los agoreros del fin de los tiempos tendrán que
descansar y esperar el próximo eclipse, ya que un papa perverso ha sido en
realidad la norma, mucho más que la excepción en la historia católica. Papas
negros los ha habido desde los primeros siglos de la cristiandad, y el mundo les
ha sobrevivido a todos.
Ya en el siglo IV tuvimos la primera
lucha armada entre un papa (Dámaso) y un antipapa (Ursino), que se saldó con
137 muertos que fueron encerrados a morir de hambre dentro de un templo, por
orden papal…, justo como Cristo hubiese querido.
En el siglo IX tuvimos un papa
llamado Formoso, acusado de corrupción y perversiones; su sucesor, Esteban VI
mandó desenterrar el cadáver de Formoso, que fue vestido de papa y juzgado como
hereje; el muerto resultó culpable y fue mutilado antes de ser arrojado al río
Tíber, justo como haría un buen cristiano; aunque otro papa, Teodoro II,
canceló la sentencia y le restituyó su “dignidad”.
Entre el 896 y 897 hubo cinco papas
que murieron asesinados por los que aspiraban a sucederlos en el trono de San
Pedro, y comenzando el siglo X tuvimos una etapa conocida como la Pornocracia,
en que las amantes papales, Teodora y Marozia fueron las que dirigieron la
política eclesiástica.
El siglo XIII nos ofrece a Inocencio
III, quien ordenó al asesinato masivo de los herejes del sur de Francia, los
llamados Cátaros. Cuando el general Simón de Monfort preguntó al Pontífice cómo
identificar a los herejes y a los piadosos, la respuesta fue: “mátalos a todos,
Dios sabrá identificar a los suyos. Este mismo papa creó los tribunales
inquisitoriales y promovió la cuarta cruzada, que se olvidó del supuesto
objetivo de recuperar Tierra Santa, y se dirigió directamente a saquear
Constantinopla y acabar con la Iglesia Ortodoxa Griega. Cabe señalar que una de
las herejías de los cátaros era decir que Jesús había sido pobre y que el papa
debería seguir su ejemplo.
Los Borgia, aparentemente electos por
el Espíritu Santo, son un caso aparte de corrupción, degeneración, nepotismo,
asesinato e infamia. Definitivamente son difíciles de entender los
inescrutables designios del Señor. Alfonso de Borja, alias Calixto III, fue
papa de 1455 a 1458 y repartió los puestos religiosos más importantes entre sus
parientes, uno de ellos fue Rodrigo de Borja, quien fue papa con el alias de
Alejandro VI entre 1492 y 1503, tiempo en el que además de gobernar la Iglesia
y repartir América, tuvo momentos libres en los que retozaba con sus múltiples
amantes, la más famosa de ellas, su propia hija Lucrecia.
Paulo II ya tenía tres arzobispados a
los 20 años, comprados evidentemente; Sixto VI repartió arzobispados entre sus
sobrinos e intentó asesinar a Lorenzo el Magnífico; e Inocencio VIII nombró
cardenal al hermano de su nuera, a los trece años de edad. Este adolescente se
llamaba Giovani de Medicis y fue pontífice con el nombre artístico de León X,
quien se dedicó a vender indulgencias y a quien se le atribuye la frase: “qué
útil nos ha sido el mito de Cristo”.
En el siglo XVI, Pablo III creó el
tribunal del Santo Oficio, convocó al Concilio de Trento para evitar las
reformas de la Iglesia, y nos regaló una astilla de la cruz de Cristo,
invisible, para la Catedral Metropolitana de México. A finales de ese mismo
siglo, Pío V, que poco tuvo de piadoso, usó el dinero de la Iglesia para apoyar
la matanza de protestantes en Francia, y su sucesor Gregorio XIII condecoró al
rey Carlos IX por la masacre de 10 mil herejes en París…, tal y como Cristo
seguramente hubiese hecho.
El inicio del siglo XVII nos regaló a
Pablo V, quien le declaró la guerra a Venecia, silenció a Galileo, y promovió
el llamado complot de la pólvora del 5 de noviembre de 1605, en el que
GuyFawkes intentó hacer estallar el parlamento inglés. En 1648 las naciones
europeas firmaron la Paz de Westfalia, con la que terminó la Guerra de los Treinta
Años y se declaraba la tolerancia religiosa, el acuerdo fue rechazado y
desconocido por Inocencio X, precisamente por declarar la tolerancia.
En el siglo XIX Gregorio XVI condenó
las luchas sociales, la libertad religiosa y el laicismo, y si de condenas se
trata, el célebre Pío IX condenó de todo: el laicismo, la ciencia, el
racionalismo, el naturalismo, el comunismo, el socialismo; declaró que la razón
debía de someterse a la fe y que el pontífice no podía conciliarse con la
cultura moderna, el liberalismo y el progreso. Para que no hubiera duda,
convocó al Concilio Vaticano I donde fue declarado infalible.
De 1978 al 2005 tuvimos como papa a
un polaco ultraconservador que encubrió el fraude del Banco Ambrosiano, acabó
con la Teología de la Liberación a pesar de ser la única corriente católica
preocupada por la justicia social, prohibió tajantemente el uso de condones,
con lo que ayudó a mantener la gran epidemia de SIDA en África, auspició la
corrupción que Benedicto XVI se cansó de intentar limpiar… ¡ah sí!, y encubrió
al famoso pederasta mexicano Marcial Maciel, a pesar de conocer de sobra sus
pecados. Eso sí, en México le perdonamos todo porque era carismático y nos
quería mucho.
Si todo esto no ha logrado terminar
con la Iglesia Católica como institución, es difícil pensar que pueda ocurrir
algo peor. El papa está cansado, es una de las razones de Benedicto XVI para
renunciar…, sí, pero ¿cansado de qué?
El papa intentó limpiar una cloaca
donde la podredumbre los cubre a casi todos, intentó acabar con la corrupción
de una institución corrupta como pocas, eliminar la pederastia en una Iglesia
donde eso parece ser la norma y sanear las finanzas vaticanas cuando son negras
y oscuras como pocas. Benedicto XVI puede estar cansado de muchas cosas que
quizás nunca sabremos, y de otras muchas hoy bastante conocidas gracias a la
filtración de documentos. Algunas de tantas cosas de las que puede estar
cansado el Pontífice:
- Problemas financieros en el IOR (Banco
Vaticano), dirigido por gente cercana al OPUS desde 1978, cuando llenaron
el boquete económico de 20 mil millones de dólares que descubrió Juan
Pablo I antes de su misteriosa muerte natural, y a cambio de lo cual les
canonizaron a su fundador.
- Decenas de casos de lavado de dinero en el
OIR, gracias, entre otras cosas, a que hasta antes de 2010 el lavado no
estaba tipificado como delito en el Vaticano.
- El caso del obispo gringo Paul Marcinkus,
involucrado en la quiebra del OIR en 1978, en el asesinato del banquero
Roberto Calvi y hasta de Juan Pablo I, pero que mientras vivió fue
defendido a capa y espada por el Vaticano.
- Campañas de desprestigio entre sacerdotes de
la curia, acusándose mutuamente de corrupción y malos manejos, como es el
caso del responsable de la gobernación del Vaticano, Carlo María Vigiano,
quien descubrió todo un sistema de malversación de fondos, corrupción,
nepotismo y compadrazgos relacionados con las compras, obras públicas y
servicios del pequeño estado papal.
- Que haya protegidos de Tarsicio Bertone,
Secretario de Estado, involucrados en grandes fraudes inmobiliarios con
propiedades de la Iglesia.
- Descubrir las ayudas fiscales ilegales dadas
por Italia al Vaticano, condenadas por la Unión Europea y que generarán
multas de unos 2 mil millones de euros por año.
- Enterarse que el caso del falso profeta de
vida inmoral, como el mismo papa llamó a Marcial Maciel, está mucho más
empantanado de lo que pensaba, que desde la década de los ochenta se saben
verdades silenciadas por el Vaticano en tiempos de Juan Pablo II, que el
padre Rafael Moreno, asistente de Maciel, lo sabía todo e intentó
decírselo al papa polaco, quien no quiso escuchar.
- Enfrentarse a la descapitalización que ha
sufrido la Iglesia por indemnizaciones a víctimas de Maciel y de
sacerdotes de Estados Unidos.
- Descubrir que la Editorial Weltbild, propiedad
de las diócesis alemanas, es una de las empresas editoriales con mayor
cantidad de libros eróticos y pornográficos en su catálogo, además de
libros contra la Iglesia.
- Enterase de la relación de Bertone con ETA,
del homicidio de un cura ecuatoriano por motivos pasionales, o del apoyo,
desde tiempos de Juan Pablo II, a movimientos polacos antisemitas, como
Lux Veritatis y RadyoMaryja
Quizás el papa está cansado de ver
cómo se convierte en una gran verdad algo que él mismo señaló hace muchos años,
cuando sólo era Joseph Ratzinger: La iglesia se ha convertido paa muchos en el
principal obstáculo de la fe.
Quizás el nuevo papa se preocupe por
los seres humanos de a pie, los de carne y hueso, los que sufren, quizás
destine las riquezas de la Iglesia a paliar el hambre y la enfermedad de los
desheredados del mundo, tal vez respete a los homosexuales y deje de considerar
a las mujeres como seres humanos de segunda categoría; quizás expulse a los
mercaderes del templo y a los corruptos del Vaticano…, eso sería muy bueno para
la religión, la fe y los creyentes…, y sí que sería muy negro para la Iglesia.
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