El rector
de la Universidad Nacional Autónoma de México, (UNAM), José Narro, afirmó que
es inadmisible que en 2013, con el potencial que tiene el país, se viva
una vergonzosa y dolorosísima condición de pobreza extrema de millones de
mexicanos. Agregó que llega un momento en que la sociedad debe
decir: hasta aquí. Importante la jerarquía que ha dado el rector Narro a
un problema del que mucho se habla y poco se ha solucionado en siglos.
Consideró
que se trata de un problema histórico, secular, de México, la pobreza, la
desigualdad y la exclusión. Pensar que en este país cada año mueren miles de
mexicanos por razón de la desnutrición nos debe parecer inadmisible,
señaló en su intervención ante funcionarios de. la Secretaría de Desarrollo
Social y de la universidad.
Las
múltiples identidades culturales e históricas han dificultado aún más la
integración. La cual ha sido muy débil hasta el momento, ante lo que cabe una
pregunta de difícil respuesta: ¿Las soluciones económicas –al fin parte de la
conducta– permitirán la integración de una región heterogénea, con más de la
tercera parte de su población en condiciones de pobreza extrema, que
sobrellevan sobre sus espaldas la carga, el peso de la República? Agregado al
abandono de uno o ambos padres y ha sido determinante de una manera de
ser –una cultura de la pobreza y la violencia– marcada por inestabilidad,
inseguridad, tendencia irreversible a perderlo todo. Lo que ha traído como
consecuencia la incapacidad para integrarse ¿Cuál será la medicina social
sicoterapéutica, preventiva y/o actual, para resolverla?
Lo
marginal mexicano, ¿y mundial? es y ha sido provocar en lo sensorial una
desproporción por exceso de estímulos que provienen de afuera y constituyen las
carencias que provienen de dentro. La percepción es modificada en función de
esta desproporción, alterándose la realidad y el juicio crítico, acompañados de
una gran desvalidez y depresión generalizada de la motivación.
A
los marginales la vida los ha tratado y llevado como las olas que se rompen y
siguen a merced del azar caprichoso, prácticamente indiferenciables, salvo por
la piel, de los abandonados de otras partes del mundo: cuyas consecuencias son
la actuación permanente sin reflexión, la inconsistencia, la falta de
planeación y demora para la acción; la incapacidad para agruparse y mantener
rutinas, que lleva a que otros jueguen con su vocación y deseos, burlándose de
ellos y de sus más firmes resoluciones.
La
violencia colonial no sólo se propone mantener una actitud respetuosa de
los hombres sometidos, sino trata de deshumanizarlos al liquidar sus
tradiciones, su organización familiar, su lengua; destruyendo su cultura y
embruteciéndolos de cansancio, abandonándolos, y si se resisten aún, las armas
los acabaran de aniquilar.
Los
valores del colonizado, no sólo del mexicano excluido, se reflejan en nuestro
sentimiento de orfandad, profundamente fatalista, expresado en literatura,
pintura y canciones. Ansia perpetua de algo mejor que nos permita el acceso a
la palabra; orfandad disgregante que impide el desarrollo adecuado de nuestros
países con su idioma sin letras –escritura interna, jeroglífica– y reglas no
escritas, que es idioma de nuestro pulso por desarraigados con su latir
misterioso entre quedo y destructivo, ladino y desgarrado, mágico y religioso;
idioma de las pérdidas que tiene su encanto en su mortal y lento deleite de
veneno en la escisión.
Por
un lado está el ajetreo de la miseria y las dificultades económicas,
enfermedades y falta de integración familiar, que se pasea en banquetas y
cantinas. Por el otro, la magia, el enamoramiento cotidiano y la religión, que
con distintas formas de esperanza y que nos permiten llevar la otra con resignación
y silencio, pero también desde la contemplación pasiva. Así ha sido y, ¿será?
Si
el marginal se resiste, es hombre muerto; si cede, se degrada; deja de ser
hombre. Lo mexicano diferente es que el número de marginados es brutal y
contrasta con pequeños grupos de ricos. ¿Cómo superar nuestras neurosis
traumáticas? ¿Quién tiene la magia? Habrá que seguir los lineamientos del
rector Narro y nuestra UNAM, y encontrar caminos que lleven a integrar a
universitarios y marginales, máxime a los más desprotegidos.
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