La
solución para los trabajadores indocumentados en Estados Unidos está entrampada
debido a que las posiciones entre demócratas y republicanos parecen
irreconciliables. Los republicanos pretenden deportaciones masivas, lo cual es
impensable, no sólo por su costo, sino porque, les guste o no, son trabajadores
importantes para las industrias a las que se incorporan. Los demócratas, si
bien plantean la necesidad de una reforma migratoria integral, están deportando
indocumentados y aducen como justificación la falta de acuerdo con los
republicanos. El resultado es que entre unos y otros mantienen a los
trabajadores indocumentados en total indefensión, cuando son personas que
trabajan, pagan sus impuestos y ni siquiera pueden recibir la devolución de los
mismos, lo que supone un enorme beneficio para el Estado, y no reciben
prácticamente ningún beneficio de los programas sociales.
Los republicanos insisten en que los indocumentados
han violado la ley y, por tanto, el único castigo es la expulsión. No
quieren aceptar que si estos trabajadores se encuentran sin papeles es porque
las visas que debieron otorgarse para cubrir las necesidades laborales de una
economía en franco crecimiento, como la que vivía Estados Unidos desde finales
del siglo pasado hasta la crisis actual, fueron totalmente insuficientes. Los
trabajadores pasaron graves y problemáticas condiciones para llegar a Estados
Unidos, pero los que lo lograron apoyaron el crecimiento del país vecino.
Los republicanos, ante la profunda crisis que vive
el país, que ha producido un enorme malestar entre los trabajadores nativos,
desvían la atención del verdadero problema de la economía, culpando a un grupo
que ha beneficiado al país y que es ahora mismo una ventaja real para el
crecimiento del país, pues las industrias en que se encuentran son un factor
que pueden denotarlo.
Los demócratas, por su parte, no son lo
suficientemente enjundiosos para defenderlos y por ello sostienen que reforzar
la frontera es una estrategia que ha dado resultado, pues la migración se ha
reducido. Lo cual es una falacia, ya que si los migrantes han reducido sus
flujos no es por el reforzamiento, sino porque saben de la dificultad para
encontrar trabajo. Es decir, tanto republicanos como demócratas están
entrampados sin ofrecer una solución a los trabajadores indocumentados, a los
que mantienen en un inaceptable desamparo.
Por tanto, a los niños que hayan llegado con sus
padres se les otorgaría una visa que llama Permanent Legal Status-Minor
(PLM-M), siempre y cuando no hayan tenido ningún problema con la justicia. Esta
visa los protegería de deportaciones, tendrían los mismos derechos en cuanto a
servicios tanto estatales como federales de que gozan los otros residentes
legales permanentes y podrían entrar y salir libremente del país. No podrían
votar o traer familiares migrantes. Pero la visa les permitiría alcanzar la
ciudadanía si van a la universidad o sirven en las fuerzas militares y cumplen
con sus compromisos. Esta visa, que la autora llama Dream Act Plus, terminaría
con el miedo a las deportaciones.
En cuanto a los adultos indocumentados, Erickson
propone que se les otorgue una visa que los proteja de las deportaciones,
estrategia poco práctica, cara pero sobre todo alejada de los principios de la
nación. Esto les permitiría entrar y salir sin ningún problema. Después de
cinco años, si el migrante ha cumplido con los requisitos y ha mantenido un expediente
intachable, podrá ser elegible para una visa que llama Permanent Legal Status
(PLS-A). La ventaja de esta visa es que no podría ser deportado, gozaría de los
mismos servicios públicos de los residentes legales permanentes, podría obtener
un pasaporte y viajar libremente. Pero no habría ninguna posibilidad de que
alcanzara la ciudadanía y estaría impedido de llevar familiares a vivir en
Estados Unidos. Este sería –dice la autora– el precio por haber violado la
ley.
Una propuesta sin duda muy atendible. Sin embargo,
creo que los republicanos no estarían dispuestos a aceptarla, pues
argumentarían que el castigo es insuficiente y lo considerarían una forma
de amnistía. De ser así, se hace evidente que bajo el disfraz de lalegalidad que
mantiene a los indocumentados en el limbo jurídico se esconde el verdadero
rostro de la negativa: la explotación sin límites.
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