La papeleta anunciaba al torero de
moda de la época que recién regresaba de una temporada triunfal en España en
donde había toreado 58 corridas,
triunfando 10 de ellas en la plaza de las ventas,, Madrid, catedral mundial del toreo, lugar en donde
había cortado 9 orejas, algo que solo
los diestros mexicanos Gaona y Arruza habían logrado. Su nombre de
pila: Francisco Rivera Agüero, mejor conocido como “currito” rivera, hijo del
también matador de toros, Fermín rivera.
La expectación en la plaza México era
grande y el lleno total.mas de 50 mil espectadores esperaban ansiosos escuchar
las primeras notas del paso doble “cielo andaluz”, indicador de que los
matadores inician el paseíllo para enfrentarse al toro y al público villamelon
, que muchas veces pega mas cornadas que los bureles. El enorme embudo construido
por el empresario yucateco de origen libanes, Neguib Simón,( colosal obra
construido de hormigón armado y cuyo redondel se encuentra 20 metros por debajo de las calles adyacentes
)estaba hasta el tope y corría el año de 1971, es decir, en la plaza habían más
personas que los habitantes de la isla del Carmen y es ahí donde se enlaza la
efeméride con la anécdota.
De la mano de sus padres, el primo de
un amigo, con escasos 5 años, al salir del túnel que conduce a la barrera de
sombra, se asombra ante la multitud y su pequeña mano se aferra con más fuerza
a la de sus progenitores. El ambiente ni
el lugar le eran desconocidos, pero la aglomeración del ingreso a la monumental y los gritos de la muchedumbre
le imprimieron cierta aceleración a su corazón y las respectivas mariposas
revoloteando el estomago.
Ubicados en sus respectivos asientos
y con la indispensable almohadilla colocada en su respectivo lugar, el padre
del primo de mi amigo, quien era el que más disfrutaba del momento buscaba entre del gentío,
rostros de personajes de la vida política o de los espectáculos.” Mira,
señalaba, ahí está Pedro Vargas... Por allá se encuentra Silvia Pinal, que mujeron es todavía”, agrego
haciendo un gesto de travesura.
Pues bien, suenan los clarines y
timbales, el reloj señalaba las 4 de la tarde en punto, los matadores inician
el paseíllo y se escucha un ole ensordecedor. Todas las miradas estaban fijas
en nuestro torero que regresaba de España como todo un triunfador, sus
alternantes, esos ni quien se acordara. Termina el paseíllo, cambian la seda
por el percal, sus mozos colocan el
capote de luces en la primera barrera de algún connotado personaje e inician a
practicar el toreo de salón con el capote.
Tomando en consideración que según el recuerdo del primo de mi amigo, ellos
estaban ubicados en la tercera o cuarta fila de la plaza más grande del mundo,
“currito” rivera les quedaba a unos escasos metros, qué luciendo un
elegantísimo y costoso terno de grana y oro, acaparó la mirada del respetable y
también del niño en cuestión, quien, extrañado por la protuberancia que se le
notaba a la altura de la ingle de la pierna izquierda, con la inocencia de la
infancia voltea y le pregunta a su padre,” Maestro , que es ese bulto que tiene
“currito” en su pierna”. Su progenitor mira a los ojos de su mujer y ambos
sueltan una sonora carcajada interminable, misma que causo la extrañeza de quienes
estaban sentados alrededor .una vez pasada la risa y con la expresión de
bribonada, trata de engolar la voz y con solemnidad mal disimulada le responde
subiendo el tono: “mi querido maestrito, el bulto que se le nota en la
taleguilla, que por cierto es de seda y oro, es el paquete de pilas que le dan
energía al traje de luces del torero”.
Dicho lo anterior, la risa se generalizo en todos quienes escucharon el breve
interrogatorio y el primo de mi amigo, sin percatarse del porque la actitud,
volteo su rostro hacia el redondel, metió su mano en la bolsa de fritangas con
las que alimentaba sus anticuerpos, se acomodo la almohadilla y se dispuso a
esperar que saliera el primer burel de la puerta de toriles de una fría tarde de temperatura pero cálida de sentimientos
expresados en arte taurino.
Hoy, que el recuerdo llega cargado de nostalgia, el
primo de mi amigo recuerda con una expresión de sonrisa en el rostro lo que
pudo ser un bochornoso momento pero que la agudeza paterna convirtió en chusco
comentario, ya convertido en anécdota y compartido con usted, amable lector.
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