Mi niñez y adolescencia, pudiéramos decir,
la viví en la ya desaparecida calzada “Juan B. Caldera”, a un costado de
la Parroquia del Carmen. Serian principios de los años 70 del siglo pasado y en
el local que funcionaba como baños públicos y pertenecía al ya fallecido
Carlos Ortiz, quien al emigrar a su tierra natal en Mérida, Yucatán, vende los
derechos de la propiedad a mi señora madre, Josefa Sierra Damián .
Remodela el establecimiento y
lo convierte en una especie de estanquillo en donde se ofrecían revistas,
tabacos, panes, dulces, etc.
Eran los últimos años
de bonanza de la industria del camarón y la isla aun conservaba su
tranquilidad y la convivencia entre quienes la habitamos era cordial.
Como se dice, aun podíamos dormir con la puerta semicerrada únicamente por la
aldaba o la portezuela de miriñaque. Todos nos conocíamos y conformábamos
una sociedad trabajadora, pujante, emprendedora y muy campechana, aprovecho
para hacer la acotación que siempre he creído que el gentilicio de “campechano”
se identifica mas con el carácter de los habitantes del carmen, los carmelitas, que con la forma de ser de
nuestros paisanos de la capital del estado. Dicho lo anterior sin animo de
herir susceptibilidad u ofender a los san franciscanos.
Retomando el tema
que le da titulo a la presente columna, en la calzada conocí a gente con la que
hasta la fecha conservo su amistad y los vínculos de afectos: las familias
Vadillo Domínguez, Santini kantun, González Calderón, Pérez Nieto,Roberto, hijo de doña Licha y que preparaba
los mejores caldos de pavo que he degustado, entre otros. En el “puesto”, como
le decíamos a nuestro establecimiento, trabajamos mis hermanos, desde luego, mi
madre, y cada uno tenia un turno u horario de atenderlo. A mi me tocaba el más
aburrido o el de menos clientela, de las tres de la tarde a las seis. Tiempo en
que aprovechaba para leer todas las revistas que se ofrecían al publico y, que
propicio mi afición a la lectura. A los siete días nos llegaba las
nuevas ediciones y para entonces ya las había leído todas: desde el
libro vaquero hasta vanidades o el solo futbol.
En algo tenia que entretenerme y aunque la afluencia de compradores no era
igual de numerosa a la mañana o al turno de la noche, siempre disfrutaba la
generosidad y discreción del “mudo”, al que invariablemente metía sus
cocotazos.
En las noches,
cuando trabajaban los mayores, los hijos de los locatarios y empleados niños y
adolescentes aprovechábamos para jugar futbol en el atrio de la iglesia, lugar
en donde en mas de una ocasión nos correteo la policía, mas por inhibirnos que
por detenernos. Como olvidar aquel domingo, cuando al momento de emprender la
graciosa huida, la cabeza se me atoro en los barrotes de las rejas que
circundan la parroquia y mis gritos y desesperación causaron más la
hilaridad que la preocupación de los presentes. Fue don Luis González,” don Chano”, como respetuosamente le he llamado
siempre, quien con un fierro logro doblar las varillas que aprisionaban mi
cabeza. Esta anécdota y es una de cientos que aun tengo en mi memoria. Muchas
me causan risa, todas nostalgia.
La convivencia
entre los locatarios era cordial, amable y sin tirrias de ninguna
especie. Al lugar llegaban miembros de familias que tenían su domicilio cercano
al inmueble como los hermanos González López, principalmente, el inolvidable Guilliat y enrique Iván;
los hermanos Escamilla González, Pancho y carlos; los Nicolau Padilla, jorge, Ricardo y Pedro; entre otros.Los cines Rivas y Regis eran sitios al que entrabamos sin pagar boletos, los taquilleros nos conocían y en muchas ocasiones, disfrutamos de las películas sin censura, toda vez que al acabar la
función, los empleados la proyectaban para hacerles los cortes necesarios y
fueran aptas para el público de todas las edades.
Los juegos
mecánicos de Fausto Ordóñez servían de diversión para los festejos en honor a
la virgen del carmen, durante el mes de Julio.
Seria poco el
espacio para relatar tantas vivencias y convivencias de aquellos años. Justo es
de reconocer el esfuerzo de nuestros padres y hermanos ya que con su trabajo
tuvimos una vida sin riquezas pero tampoco sin estreches. Muchos de quien hoy
en día tenemos una profesión, en gran medida se lo debemos a la calzada.
El petróleo llego
y con el numerosas familias de toda la geografía nacional. Las ventas se
incrementaron y el trabajo también. Varios emigramos a otros lugares a
continuar con los estudios pero ello no menguo la relación entre quienes nos
crecimos en el centro de la ciudad. Al paso de los años, como todo, el
inmueble se volvió obsoleto y disfuncional y ya no era acorde a la
vialidad y el urbanismo lo aniquilo.
Fue en el periodo
de gobierno estatal de Antonio González Curi, que ha sido el gobernador con mas
obra publica en la isla en los últimos cinco sexenios, cuando se toma la
determinación de derruir la calzada
“Juan B. Caldera”
y se construye el modesto malecón y junto a el, un edificio que alberga a
algunos de los originales locatarios. No tengo idea cual sea su nombre, se que
es un edificio que pertenece al gobierno del estado. Acudo con regularidad al
café de Ramón Vadillo. Uno de los pocos locatarios de antaño. Tengo entendido
que se formo una asociación cuya solidez jurídica no es la necesaria. Conozco
las diferencias tanto personales como legales entre sus miembros. Con tristeza
escucho de aspectos que distan mucho del comportamiento y la cordialidad que
existió en la desaparecida calzada. Creo, que por respeto a esos tiempos a esas
familias pero sobre todo, a don Juan B. Caldera, el gobierno del estado debería
de dotarlo de algún nombre y no seguir llamándole como de esa forma. Digo, eran
otros tiempos y ya son otros los personajes.
me acuerdo mucho que la calzada era mi paso obligado de la escuela central a la casa de mis abuelos siempre que podia pasaba con tu hermano mario a comprar mi pie y mi leche bien fria, y ya mas grande, en la tarde una clarita con la chocha voladora antes del juego de basket
ResponderEliminarInolvidables momentos
A que carmelita se le va a escapar los recuerdos inolvidables, de la calzada,los cines regis y rivas,los puestos de la calzada, los bailes del parque central, vueltas en los circulos concentricos, las damas del lado izquierdo y los caballeros del lado derecho, el clasico coqueteo y flirteo, los juegos de don ordoñez, la cancha revolucion,tantos y tantos recuerdos que faltaran espacios para comentarlos, nuestro hermoso caló, puch de de diferentes regiones de la peninsula, no cabe duda que somos afortunados de vivir en esta hermosa tierra, con muchisima tradiciones, que tenemos la obligacion de conservarlas para nuestras siguientes generaciones, saludos chito
ResponderEliminarRecuerdo q cada día era mi pasar a cierta hora del día, a ver a mi padre a su consultorio, y mirar la calzada era un espectaculo, actualmente cuando voy al Carmen y mirar ese spacio tan vacio donde stuvo aquella Calzada q significo tanto para mi me da una inmensa trizteza, osea nada como aquellos tiempos de secundaria y el star con los amigos de antaño.
ResponderEliminarLastima q todo se vaya perdiendo con el tiempo cuando se debio conservar esa CALZADA, pxq cada gobernante hace lo q se le da su. . . .
Salaudos
Excelentes recuerdos de la calzada los que guardo , era clasico el ir al cine, de ahi a la calzada a cenar y luego a la discoteca a bailar con los cuates y amigas para rematar viendo el amanecer en playa norte
ResponderEliminarValla ¡ Ahora ya le dicen Revista a lo que le decían chistes por que eso de un primo jodon que me decía de cómprame un chiste ...... yo decía los chistes se cuentan no se compran, Pero bueno a la tierra que fueras haz lo que vieras y si en la calzada iba a tomar "Un Choco" que para mi era un licuado de chocolate pero bueno aprendi lo que era graniche, escarpa etc etc pero si tengo buenos recuerdos de la CALZADA que era solo una cuadra entre el auditorio y el parque
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