viernes, 27 de noviembre de 2015

CAMPECHANO O CARMELITA?

¿Campechano o Carmelita?
Dedicado para Don Hernán Aranda, un Campechano bien nacido
Existe una atávica rivalidad o animadversión entre los nativos de la Isla y los habitantes de la Capital del Estado, negarlo sería falso. Razones existen y de sobra, mas ello no indica que sea sano, ni que no se pueda remediar teniendo la voluntad, dándole a cada quien lo que merece pero sobre todo, el trato que se merece Carmen por lo que siempre ha representado a la economía del Estado. En lo particular, me siento un Campechano nacido en la Isla que es el pilar de la Economía Petrolera del Estado y cuento con muchos aprecios de San Francisco de Campeche, sobre todo en el ámbito del periodismo que no voy a mencionar nombres para no cometer el error de omitir a alguno. Los quiero bien y creo que es recíproco.

Como anécdota y sin falsa modestia les comento que esta  inicua rivalidad ha traspasado fronteras y en una ocasión en que realizaba una pasantía técnica en el país de Canadá, como resultado de haber quedado dentro de los diez mejores planteles, de 260, de la Institución educativa a la que le presté mis servicios por 13 años, en la Ciudad de Ontario, el entonces Cónsul mexicano, Antonio Meza, político que también fuera Secretario particular de Ernesto Zedillo Ponce de León, al momento de la presentación y saludar , le indique de donde era, el, con una sonrisa pícara me pregunto: Campechano o Carmelita, respondiendo como me siento.  Tuve el privilegio de ser invitado a sentarme en su mesa y comentar a grandes rasgos, mi punto de vista del porqué de dicha malquerencia.

Los habitantes de la Isla tenemos fundamentos de sobra para sentirnos rechazados, relegados y sin un trato justo y equitativo para esta situación que se debe acortar y estrecharnos más. Carmen siempre va a pertenecer a Campeche y la Capital depende económicamente de la Isla. Los datos están a la vista para los obcecados en que siga esta insana relación. Juntos y unidos podemos lograr transformar a la Entidad y, parafraseando el eslogan del Gobernador del Estado, Alejandro Moreno Cárdenas: para lograr lo que nunca hemos tenido, hay que hacer lo que nunca se ha hecho “. Frase exacta y de él depende en mucho, hermanarnos y que exista un solo Campeche, no once como demagógicamente se manejó el sexenio pasado.

Seguro estoy que Moreno Cárdenas sabe que el foco rojo pero también verde del Estado, es el Carmen. La inseguridad, falta de obra pública, injusta distribución de los recursos y también de posiciones políticas para habitantes del Carmen, tanto en las Delegaciones Federales como en el Gabinete Estatal, nunca han sido equitativas, al grado que hasta en la Isla,  hemos tenido, como en el sexenio pasado, Sub secretarios, sub procuradores, Jueces, vaya, el sector educativo está invadido por Docentes de otros municipios y así les puedo seguir mencionando y la lista sería interminable. Aquí si me pongo la camiseta local y aplicó la doctrina Monroe: Carmen para los Carmelitas. Talento y personas con experiencia, abunda. Solo es cuestión de voluntad y confió en que Moreno Cárdenas, además de ser un hombre de palabra, tiene la sabiduría suficiente para comprender que este sería un buen paso.

Concluyo con la mentalidad de que si dejamos atrás esa ancestral animosidad y dejando atrás filias, intereses, colores partidistas o maquiavelismo , Campeche crecerá como nunca en su historia, tenemos un buen Gobernante, gente cálida y todos los recursos necesarios para hacer del Estado, lo que nunca ha sido.


martes, 17 de noviembre de 2015

ENRIQUE IVÁN, ULTIMA CARTA.

Quique, después de lo deteriorada de nuestra relación, me es difícil encontrar las palabras adecuadas para sino justificar, si aclarar mi proceder de los últimos días, lo cual lo considero muy necesario por los vínculos que nos unen de toda la vida.
Reconozco que con mis exabruptos e insultos a tu persona y familia cometí un error que espero que el tiempo se encargue de atemperar y si la relación no vuelve a ser como en nuestra juventud, tampoco permanezca tan deteriorada como al momento. Primeramente, les ofrezco una sincera disculpa a tu Señora Esposa Karina, a tus hijos Alejandro e Ivana y a tus hermanas Carmelita y Reyna Iliana: reconozco que rebasé los límites de la broma y cruce la frontera de la ofensa. Con el paso de los días a esa conclusión he llegado, aunque al momento de hacerlo, me justificaba con argumentos tales como el trato que me diste siendo Presidente Municipal y cosas que ambos sabemos; La injusta liquidación que se me otorgó y pues la inestabilidad económica familiar siempre va a generar inestabilidad emocional. Tú mejor que yo lo sabes.
Sin embargo, poniendo en una balanza lo que atreves de los años me has brindado con tu amistad, tu profesión. El afecto que siempre le has manifestado a mis hijos y tantas vivencias que compartimos desde nuestra niñez hasta tu incursión en la Política, reconozco que te quedo debiendo. Es de humanos cometer errores pero de hombres reconocerlos y yo a diario lo hago.
En pocas palabras, no existen justificantes para mi proceder. Mi situación laboral, económica pero sobre todo, la emocional se encuentran atravesando uno de los momentos más difíciles de mi vida, más seguro estoy, con la ayuda de Dios, el apoyo de mis hijos, de May , mi Madre, mis suegros y seres queridos, voy a salir adelante, mi genética me lo impide y soy más fuerte de lo que pensaba: Ni la primera ni la última caída de mi vida es y lo voy a lograr. Me cortó un dedo y la mitad de otro si no lo consigo.

El contexto político en que te encuentras tampoco es nada halagador ni estable. Te pasaste de Institucional con tu antecesora no informando a la gente la realidad en que encontraste la Administración, además, el poder no se comparte y menos con ineptos concluyendo con varios rapaces del presupuesto de los que te rodeaste y en los que confiaste. Más de uno merece cárcel pero es ya otra historia que se debe litigar en los tribunales, no en las redes sociales o medios de comunicación. Lo bueno es que confío en el juicio de la Historia para ti, fíjate lo que son las cosas: la nueva Administración Municipal ha elaborado y difundido un video promocional donde paradójicamente, las obras que resaltan y que le dan belleza, son precisamente algunas de las que se realizaron en tu mandato: La Stella Maris Y la remodelación del Parque Zaragoza son dos ejemplo. Muestra de civilidad política. Te deseo lo mejor para tu tranquilidad y la de tu familia y les reitero mi sincera disculpa. Me equivoque. Un abrazo y mi afecto que por mucho que este sea, no logra superar el tuyo.

sábado, 7 de noviembre de 2015

EL PRIISMO, BREVE ANÁLISIS

El priismo bien podría ser una categoría conceptual descriptiva de una amplia y compleja forma de actuar y presentar el quehacer público. Ciertamente rebasa al conjunto de los militantes del PRI como instituto que busca el poder. Es más extenso, incluso, que el numeroso grupo de los simpatizantes que lo respaldan, en casi todas las ocasiones, con su voto o participación. El priísmo, en realidad y por la turbulenta historia del ser nacional, se instala, como sustrato cultural bien arraigado, en la conciencia colectiva de buena parte de la sociedad mexicana. Sus características, bondades y vicios son de larga enumeración y no siempre que se le menciona se hará de manera justa. Se tratará, por tanto, de presentar, solamente, algunos de esos rasgos que vienen influyendo en la conformación del presente.

El priísmo, desde los orígenes de su larga trayectoria, se adhirió, con ánimo constructivo en un inicio y con desparpajo y hasta cinismo después, a la tarea de propiciar y hacer negocios a la vera del poder público. Pocas fueron las cortapisas que, para tal amalgama nociva, se introdujeron para normar dicha conducta. Y, cuando se diseñaron algunas de ellas, en la práctica, se les arrojó, casi de inmediato, al rincón de los triques molestos. Las renovaciones a la moralidad o ética pública ensayadas en el pasado cayeron en franca inoperancia antes aun de terminar la redacción de sus filos redentores. Al contubernio entre los negocios y la política se agregó, como parte definitoria del priísmo de estos días, un oportunista pragmatismo. Postura ahora bien acentuada entre los militantes del PRI y que les permite adoptar cualquier alternativa de acción o reacción. Es debido a ello que, sin muchos escrúpulos personales y sí con férrea disciplina, pueden plegarse a los dictados de sus líderes, patrocinadores o superiores jerárquicos. Aun cuando para los políticos de cepa la tecnocracia financiera no les pasa ni de cerca, pueden también adecuarse con facilidad sorprendente con el credo dominante entre esa clase de funcionarios: el neoliberalismo reinante.

Los llamados fundamentales de la economía, sostenes de una idea libérrima del mercado que a toda costa hay que mantener, han pasado a formar parte del panorama, y justificante inevitable, de cuanta decisión se tome allá arriba, en esas nítidas regiones, donde moran impasibles los personajes rectores de la vida en común. La concentración de poder, al acentuarse con el concomitante autoritarismo centralizador, permite que las posturas dominantes coincidan con los intereses de esas cúpulas. Tal tesitura se ha ido matizando con los meses y años para introducir en la élite del priísmo un enfoque empresarial inocultable. El priísmo no ha requerido de políticos de pura cepa como los idóneos para ser electos. Por el contrario, en décadas recientes se exige en sus adalides un marcado, constante y efectivo ingrediente empresarial (de gran nivel, claro), tanto en su comportamiento como en su narrativa y relaciones. Mientras más acentuada sea la inclinación en tal aspecto, mayor será la aceptación que logren entre sus simpatizantes. La receta no ha fallado un ápice desde la emergencia de De la Madrid, alto burócrata de las finanzas que inició la liquidación del nacionalismo revolucionario. Salinas de Gortari fue en su tiempo –aunque sigue tratando de aparentar ser– la voz de la plutocracia dominante. Las dos cumbres de esa tipología son, con facilidad, identificables: Zedillo que, sin titubeos, encontró mejor destino como propagandista del gran capital y el ranchero nailon de Vicente Fox. Este último, boquiflojo y de muy limitadas capacidades elevó, tal rasgo del priísmo, a toda una manera de gobernar con y para empresarios. Las nebulosas que se arremolinan en torno a la figura de Calderón impiden situarlo, por sus defectos, ilegitimidad y pequeñez, en una categoría específica. Pero, con seguridad fuera de duda, se empeñó en permitir los negocios de su clan.

La descomposición o, al menos, la desconfianza (bien asentada en encuestas recientes) que aqueja al presente nacional, íntima con ese hálito priísta y obliga a examinar, enjuiciar y separarse de su continuidad y dominio. Es necesario hacerlo, sobre todo, por los resultados, hasta trágicos, obtenidos por esa praxis política entre las mayorías mexicanas. Los contenidos dañinos del priísmo se han endurecido y multiplicado. Los priístas de élite saben del mal que los aqueja porque no son tontos ni ciegos. Saben también que crecientes contingentes de mexicanos rechazan sus ofrecimientos, su manera de comportarse. La desconfianza hacia las bases les viene de lejos. Los aturdió la revuelta de los votantes de 1988, pero, a pesar de ello pudieron encaramarse en el mando del país. El impasse que llevó a Zedillo a la Presidencia estuvo impregnado de irregularidades recordables. Fox no llegó a Los Pinos para sacar al priísmo de ese exquisito lugar, sino para acomodarse a sus anchas con ellos. Sus votos provinieron del rechazo, ya bien sedimentado, contra ese priísmo. Las elecciones de 2006 no fueron otra cosa que la conjura del poder establecido para arrebatar a los sufragantes la voluntad de su mandato. La posible emergencia de una postura mayoritaria para renovar a la sociedad los espantó de tal modo, que no dudaron en emplear las peores formas del fraude electoral. Con ello privaron, a esa creciente masa de votantes, de ensayar un cambio de fondo.

Las elecciones de 2012 no fueron otra cosa que la confirmación ya minoritaria del oficialismo priísta. Para la continuidad del entorno actual de poder, con su modelo de privilegios y desigualdad, se torna indispensable nulificar por cualquier medio asequible la tendencia al rechazo del priísmo ya injertada en el cuerpo social del país. Los premios, cortesías, inversiones y demás canonjías legales del gobierno a los propietarios de los medios de comunicación, son parte medular de ese tinglado conspirativo.


 El priísmo bien podría ser una categoría conceptual descriptiva de una amplia y compleja forma de actuar y presentar el quehacer público. Ciertamente rebasa al conjunto de los militantes del PRI como instituto que busca el poder. Es más extenso, incluso, que el numeroso grupo de los simpatizantes que lo respaldan, en casi todas las ocasiones, con su voto o participación. El priísmo, en realidad y por la turbulenta historia del ser nacional, se instala, como sustrato cultural bien arraigado, en la conciencia colectiva de buena parte de la sociedad mexicana. Sus características, bondades y vicios son de larga enumeración y no siempre que se le menciona se hará de manera justa. Se tratará, por tanto, de presentar, solamente, algunos de esos rasgos que vienen influyendo en la conformación del presente.

El priísmo, desde los orígenes de su larga trayectoria, se adhirió, con ánimo constructivo en un inicio y con desparpajo y hasta cinismo después, a la tarea de propiciar y hacer negocios a la vera del poder público. Pocas fueron las cortapisas que, para tal amalgama nociva, se introdujeron para normar dicha conducta. Y, cuando se diseñaron algunas de ellas, en la práctica, se les arrojó, casi de inmediato, al rincón de los triques molestos. Las renovaciones a la moralidad o ética pública ensayadas en el pasado cayeron en franca inoperancia antes aun de terminar la redacción de sus filos redentores. Al contubernio entre los negocios y la política se agregó, como parte definitoria del priísmo de estos días, un oportunista pragmatismo. Postura ahora bien acentuada entre los militantes del PRI y que les permite adoptar cualquier alternativa de acción o reacción. Es debido a ello que, sin muchos escrúpulos personales y sí con férrea disciplina, pueden plegarse a los dictados de sus líderes, patrocinadores o superiores jerárquicos. Aun cuando para los políticos de cepa la tecnocracia financiera no les pasa ni de cerca, pueden también adecuarse con facilidad sorprendente con el credo dominante entre esa clase de funcionarios: el neoliberalismo reinante.

Los llamados fundamentales de la economía, sostenes de una idea libérrima del mercado que a toda costa hay que mantener, han pasado a formar parte del panorama, y justificante inevitable, de cuanta decisión se tome allá arriba, en esas nítidas regiones, donde moran impasibles los personajes rectores de la vida en común. La concentración de poder, al acentuarse con el concomitante autoritarismo centralizador, permite que las posturas dominantes coincidan con los intereses de esas cúpulas. Tal tesitura se ha ido matizando con los meses y años para introducir en la élite del priísmo un enfoque empresarial inocultable. El priísmo no ha requerido de políticos de pura cepa como los idóneos para ser electos. Por el contrario, en décadas recientes se exige en sus adalides un marcado, constante y efectivo ingrediente empresarial (de gran nivel, claro), tanto en su comportamiento como en su narrativa y relaciones. Mientras más acentuada sea la inclinación en tal aspecto, mayor será la aceptación que logren entre sus simpatizantes. La receta no ha fallado un ápice desde la emergencia de De la Madrid, alto burócrata de las finanzas que inició la liquidación del nacionalismo revolucionario. Salinas de Gortari fue en su tiempo –aunque sigue tratando de aparentar ser– la voz de la plutocracia dominante. Las dos cumbres de esa tipología son, con facilidad, identificables: Zedillo que, sin titubeos, encontró mejor destino como propagandista del gran capital y el ranchero nailon de Vicente Fox. Este último, boquiflojo y de muy limitadas capacidades elevó, tal rasgo del priísmo, a toda una manera de gobernar con y para empresarios. Las nebulosas que se arremolinan en torno a la figura de Calderón impiden situarlo, por sus defectos, ilegitimidad y pequeñez, en una categoría específica. Pero, con seguridad fuera de duda, se empeñó en permitir los negocios de su clan.

La descomposición o, al menos, la desconfianza (bien asentada en encuestas recientes) que aqueja al presente nacional, íntima con ese hálito priísta y obliga a examinar, enjuiciar y separarse de su continuidad y dominio. Es necesario hacerlo, sobre todo, por los resultados, hasta trágicos, obtenidos por esa praxis política entre las mayorías mexicanas. Los contenidos dañinos del priísmo se han endurecido y multiplicado. Los priístas de élite saben del mal que los aqueja porque no son tontos ni ciegos. Saben también que crecientes contingentes de mexicanos rechazan sus ofrecimientos, su manera de comportarse. La desconfianza hacia las bases les viene de lejos. Los aturdió la revuelta de los votantes de 1988, pero, a pesar de ello pudieron encaramarse en el mando del país. El impasse que llevó a Zedillo a la Presidencia estuvo impregnado de irregularidades recordables. Fox no llegó a Los Pinos para sacar al priísmo de ese exquisito lugar, sino para acomodarse a sus anchas con ellos. Sus votos provinieron del rechazo, ya bien sedimentado, contra ese priísmo. Las elecciones de 2006 no fueron otra cosa que la conjura del poder establecido para arrebatar a los sufragantes la voluntad de su mandato. La posible emergencia de una postura mayoritaria para renovar a la sociedad los espantó de tal modo, que no dudaron en emplear las peores formas del fraude electoral. Con ello privaron, a esa creciente masa de votantes, de ensayar un cambio de fondo.

Las elecciones de 2012 no fueron otra cosa que la confirmación ya minoritaria del oficialismo priísta. Para la continuidad del entorno actual de poder, con su modelo de privilegios y desigualdad, se torna indispensable nulificar por cualquier medio asequible la tendencia al rechazo del priísmo ya injertada en el cuerpo social del país. Los premios, cortesías, inversiones y demás canonjías legales del gobierno a los propietarios de los medios de comunicación, son parte medular de ese tinglado conspirativo.