jueves, 24 de octubre de 2013

MÉXICO Y SUS POLÍTICOS INFALIBLES

¡Por qué los funcionarios con tanta frecuencia se niegan a reconocer que se pueden equivocar al tomar decisiones? No me refiero a los de los otros países, donde renuncian hasta por ser infieles a sus esposas. Y van a la cárcel por hacer obras publicas o negocios para lograr dinero fácil en compañía de amigos y familiares .
Hasta los reyes ya piden perdón por sus excesos. Como Juan Carlos, que indignó a millones de españoles y a medio mundo cuando se fue en secreto a matar elefantes a África y a ponerle por enésima vez cuernos a su esposa, Sofía. O Vladimir Putin, tan eficiente en desaparecer a sus oponentes políticos y mandar a la cárcel a quienes lo critican (como las cantantes del conjunto Pussy Riot). Pero el zar de la nueva Rusia acepta que algunos actos públicos donde se le muestra defendiendo especies en peligro de extinción son escenificaciones muy bien preparadas. Como cuando apareció acariciando al tigre del Amur o a un oso polar. Ambos ejemplares estaban bajo los efectos de somníferos.
En México, en cambio, los funcionarios son infalibles. Iluminados, como el papa. Nunca olvidaremos a Díaz Ordaz defendiendo la represión contra los estudiantes en 1968. Y menos al H. Congreso de la Unión y a la Suprema Corte de Justicia de la Nación aplaudiendo a rabiar sus acciones criminales. O la furia soez de algunos legisladores cuando su par, Porfirio Muñoz Ledo, se atrevió a interpelar al presidente De la Madrid durante un informe de gobierno. ¡Lo que le dijeron a Porfirio!, que desacralizó así la ceremonia en que el mundo le agradecía al presidente en turno tantos favores recibidos, mientras el país se hundía en la crisis. Tampoco el licenciado Calderón reconoció que se equivocó con su guerra contra el crimen organizado: dejo miles de muertos, violencia, inseguridad e impunidad. Además, la imagen internacional de México hecha añicos. En el planeta somos noticia por los miles de muertos que sumo su sexenio.
En  muchos Estados  y Municipios del país, gobernados por las siglas y colores de las 3 principales fuerzas políticas, también se pone en evidencia la perenne corrupción y su consecuencia, la impunidad, los detentadores trianuales o sexenales , también son infalibles y su poco o mucho poder, cual modernos virreyes, anudado a su coro de personeros, lisonjeros, zalameros o lambiscones, para usar un término más familiar, les impide reconocer sus errores, aceptar sus culpas y dar el golpe de timón para de esta forma, cumplir, cuando menos, con una mínima parte de lo mucho que prometieron en campaña a una población que necesita creer pero que ya está cansada de tantas mentiras.
Son modernos Tlatoanis o Deidades que no escuchan mas opinión que la de su ensoberbecida conciencia (cuando la hay, desde luego) y de sus burdas caricaturas de su círculo intimo, mismos que ponen a la practica en presencia del Tatich, la cómoda y servil actitud del espejo de Blanca Nieves,  total, de lo que se trata es de medrar del presupuesto, disfrutar del carnaval de 3 o 6 años, adormecer sus minusvalías emocionales y tomar revancha o ignorar a quienes no comulgan con sus ideas o acciones y, si es necesario, aplicar artimañas o vericuetos legales para ver derrotado y acabado a su tormento delirante.
El país esta convulsionado y la población, harta ante la indiferencia de la plutocracia que gobierna desde las franquicias que dominan familias o nomenclaturas políticas. Instituciones denominadas autónomas, al servicio de quienes mandan y con una indiferencia que les puede resultar peligrosa, tal vez, a mediano plazo, para la estabilidad de la república. Ya se escuchan voces en 3 estados que hablan de independizarse, situación muy difícil pero que debe de servir de alerta.
Los movimientos sociales y su descontento con las reformas que se están implementando es otra señal que tampoco debe soslayarse, por lo que, si en verdad se quiere cambiar, deben empezar con reconocer que no son infalibles, rodearse de los mejores, no de enanos para sentirse gigantes y actuar con honestidad ante un pueblo que les otorgó su confianza pero que también se las puede quitar, acción señalada en nuestra carta magna, la Constitución Política.

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