


Ubicados en sus respectivos asientos
y con la indispensable almohadilla colocada en su respectivo lugar, el padre
del primo de mi amigo, quien era el que más disfrutaba del momento buscaba entre del gentío,
rostros de personajes de la vida política o de los espectáculos.” Mira,
señalaba, ahí está Pedro Vargas... Por allá se encuentra Silvia Pinal, que mujeron es todavía”, agrego
haciendo un gesto de travesura.

Tomando en consideración que según el recuerdo del primo de mi amigo, ellos
estaban ubicados en la tercera o cuarta fila de la plaza más grande del mundo,
“currito” rivera les quedaba a unos escasos metros, qué luciendo un
elegantísimo y costoso terno de grana y oro, acaparó la mirada del respetable y
también del niño en cuestión, quien, extrañado por la protuberancia que se le
notaba a la altura de la ingle de la pierna izquierda, con la inocencia de la
infancia voltea y le pregunta a su padre,” Maestro , que es ese bulto que tiene
“currito” en su pierna”. Su progenitor mira a los ojos de su mujer y ambos
sueltan una sonora carcajada interminable, misma que causo la extrañeza de quienes
estaban sentados alrededor .una vez pasada la risa y con la expresión de
bribonada, trata de engolar la voz y con solemnidad mal disimulada le responde
subiendo el tono: “mi querido maestrito, el bulto que se le nota en la
taleguilla, que por cierto es de seda y oro, es el paquete de pilas que le dan
energía al traje de luces del torero”.
Dicho lo anterior, la risa se generalizo en todos quienes escucharon el breve
interrogatorio y el primo de mi amigo, sin percatarse del porque la actitud,
volteo su rostro hacia el redondel, metió su mano en la bolsa de fritangas con
las que alimentaba sus anticuerpos, se acomodo la almohadilla y se dispuso a
esperar que saliera el primer burel de la puerta de toriles de una fría tarde de temperatura pero cálida de sentimientos
expresados en arte taurino.
Hoy, que el recuerdo llega cargado de nostalgia, el
primo de mi amigo recuerda con una expresión de sonrisa en el rostro lo que
pudo ser un bochornoso momento pero que la agudeza paterna convirtió en chusco
comentario, ya convertido en anécdota y compartido con usted, amable lector.
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