Siendo presidente municipal
Álvaro Rosiñol Novelo, en la isla del Carmen, Campeche se vivía la bonanza de la
pesca del camarón. Más de 600 barcos que se dedicaban a la pesca del
crustáceo generaban una cuantiosa cantidad de empleos en todas las
ramificaciones de empresas y El Carmen era una ciudad tranquila, boyante en su
economía y todos sus habitantes se conocían e interactuaban como una gran familia. Las anécdotas que relataré se
remontan a esa época y son del dominio público, en particular, por quienes
tuvimos la fortuna de nacer en esta bendita tierra que ya existía desde antes
que llegaran los veneros del petróleo con todas las consecuencias positivas y
negativas que trajo consigo. Hago la siguiente aclaración toda vez que parece
que hay personas que a veces se les olvida y creen que con la explotación del
hidrocarburo, como por arte de magia, la isla apareció y con ello su próspero y
dilatado desarrollo.
En los bajos del ya desaparecido
palacio municipal, donde hoy se encuentra la plaza “7 de agosto”, en el
cruzamiento de la calle 22 con 35, una tarde cualquiera de esos años, se
encontraban platicando don Álvaro con Carlos Rivas Paoli, entonces comandante
de la policía municipal, cuando en medio de los
cines Regis y Rivas, en la calle 26, nuestros personajes en cuestión
percibieron cierto barullo de personas y les causo extrañeza por lo que don Carlos
llama con una seña a un policía que resguardaba en ese momento la entrada a la
sede municipal y le instruye de esta
forma: “oficial Chivardi, vete de inmediato a ver qué está pasando en los
cines”, Chivardi, el cual es el apellido del entonces guardián del orden y que
me señalan, aun vive, presto y veloz, haciendo la señal militar que indica
superioridad, se dirige a cumplir con la tan cardinal orden regresando a los pocos minutos y emitiendo el
parte respectivo:” con la novedad mi comandante que en el Regis están pasando santo contra las mujeres vampiro y en el
Rivas , pepe el toro con Pedro infante y la chorreada”.
Podrá usted, amable lector,
imaginar la cara de estupefacción que pusieron los dos servidores
públicos quienes al reaccionar, después
de tremenda carcajada llego la reprimenda. Había captado mal la indicación y creyó
que era la cartelera cinematográfica lo
que le interesaba a sus superiores.
La siguiente anécdota ocurrió por
aquellos años también solo que otro es el protagonista principal de nuestro
relato. Se trata del ya fallecido Emilio Coronado, mejor conocido como “pechito
amarillo”. Hijo de una familia yucateca
que tenía un estanquillo en el sitio que
hoy ocupa la papelería “parroquia” , misma que llevaba por nombre “el pecho
amarillo”, de ahí su mote.
Al parecer, padecía de algún tipo de trastorno
neurológico aunado a ciertas adicciones, hacían que su comportamiento en ratos
se hiciera bipolar y hasta extravagante pero en sus momentos de lucidez, los
menos, gustaba de interactuar en los cafés de la desaparecida calzada Juan B. Caldera. Fue un personaje de esos que existen en todos los pueblos de
provincia: inofensivo, simpático y ocurrente siendo esta última característica de su personalidad la que lo llevo a
meterse él y a su familia en tremendo
lio cuando en una ocasión, volando de la ciudad de México a la isla tuvo la
ocurrencia de llamar a la aeromoza del avión en el que viajaba y le hace el
comentario siguiente:” señorita, sería tan gentil de preguntarle al piloto si
la nave cuenta con suficiente combustible para llegar hasta la habana? “. La
mesera del aire, se aterrorizo al pensar que se trataba de un aeropirata, tan
de moda en esos años, y rápidamente corrió hacia la cabina para notificarle al
capitán de la situación. Esté, siguiendo la normatividad aérea lo reporta a la
torre de control y le dan la indicación que vuele directamente hasta la capital
de estado, san francisco de Campeche por lo que desvía su ruta y sigue la
instrucción.
Mientras, por otra parte, se le
informa al ejército la alarma de un
posible secuestrador y en su totalidad sitian el aeropuerto del municipio de
Campeche y se ubican los soldados en posición de defensa, tipo película
hollywoodense. Mientras tanto, en el avión, entre los pasajeros empezó a
despertar sospechas en porque el cambio de ruta y el aterrizaje no era en la
isla. Nuestro personaje también se mostraba incrédulo y mayor fue la sorpresa cuando al aterrizar
el aeroplano, se dan cuenta de la presencia de miembros de nuestras gloriosas
fuerzas armadas, atrincherados y armados hasta los dientes. “pechito amarillo”
se levanta de su asiento e inspecciona
el rostro de los pasajeros creyendo que algún político de alto vuelo viajaba de
incognito, y por ello el despliegue militar.
Se detiene la aeronave y suben
sigilosamente varios militares dirigiéndose hacia el lugar que ocupaba Emilio a
quien apuntan con sus bayonetas y entre gritos, ordenes, empellones y uno que
otro golpe, muy a su estilo y dada la
gravedad del asunto logran los militares esposarlo y trasladarlo hasta la base
militar en donde, empleándole el “detector de mentiras” de aquellos tiempos,
mismo que en la actualidad, en algunos lugares del país y del mundo todavía tiene vigencia, le aplican un
interrogatorio muy al estilo del que su utilizo la noche del 2 de octubre de 1968,
para que confesara cuáles eran sus intenciones y a qué grupo terrorista
pertenecía.
El pobre “pechito” no se la
acababa. Por más que argumentaba, entre tehuacanazo y tehuacanazo que todo era
una broma y que el al único grupo que pertenecía era al de los asiduos a la
calzada, los militares no paraban en su afán de encontrar alguna célula rojilla
o comunista, que en aquellos años eran los malos de malolandia. Para concluir,
tuvieron que intervenir las mismas autoridades del municipio del Carmen así
como más de una persona influyente en la capital del estado, además de su atribulada familia explicando
que a “pechito” con frecuencia se le botaba la canica, como se dice
coloquialmente y que era una persona inofensiva pero muy ocurrente. Después de
múltiples gestiones y mil y una vuelta, nuestro protagonista fue dejado en libertad con las reservas de la
ley y entre broma y guasa, degustando una aromática taza de café y fumando
incansablemente sus delicados, contaba su anécdota a los parroquianos que disfrutaban de su peripecia. Que inolvidables tiempos aquellos.
Y no es cierto Joaquinito ?...
ResponderEliminarGracias por compartir estas anécdotas! Las disfruté mucho y me hizo reír hasta casi huixarme jajajaja!
ResponderEliminarExcelente trabajo
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