Hace unos días, en una exquisita
comida con un grupo de amigos, durante el collage de la plática, el anfitrión
me sugirió que debería de escribir un libro de anécdotas de personajes de la
isla del Carmen, idea que ya otros han tenido, inclusive, el desaparecido
Carlos Góngora Baeza logró compilar algunas y editar un modesto y buen libro en donde se hace
referencia a varias conocidas por los nacidos en el Carmen y ahí esta como
testimonio de hechos, en su mayoría , chuscos, de personajes de la política y
todos los ámbitos sociales del Carmen.
La idea no me parece mala, al
contrario, creo que en estos momentos de mi vida de tiempos sabáticos, además
de la lectura y otras obligaciones profesionales y familiares, debo de
aprovecharlo en darle rienda suelta a una de mis pasiones que es la escritura,
modesta, con mucho camino por aprender y en ocasiones, guiado por el ímpetu que
por la sabiduría, y como casi semanalmente escribo esta modesta columna en las
páginas que generosamente me ha abierto el diario de los campechanos, TRIBUNA,
pues lo iremos haciendo en la medida de la información que nos llegue a la
memoria y a nuestros correos.
El único inconveniente que le comenté
a mi amigo de la sugerencia, fue el de que muchos de esos personajes aún viven
o sus familias y, algunos se podrían sentir ofendidos o agraviados. No es esa
la intención. Sin el ánimo de herir susceptibilidades iniciaremos con algunas
conocidas. En unas daremos nombres reales y en otras lo dejaremos a la
imaginación del lector, por aquello de que algunos aún teniendo años de mover el abanico,
no sepan ser marqueses.
Iniciaremos con una muy popular que
se dio siendo presidente municipal Don Álvaro Artiñano Aguilar, quien, ante la
proliferación de, personas del tercer sexo (hoy mentados benevolentemente como gay)
que vestían ropa de su sexualidad contraria y con las mismas se exhibían en
todos los lugares públicos, decidió hacer una razzia de estos samaritanos del amor, detenerlos y
esposados, pasearlos por las principales calles de la ciudad. Lo chusco del
asunto es que en el singular derrotero también incluyeron a un pobre paisano
que una noche antes del apañón travesti, había sido detenido por briago y
grande fue su sorpresa al desfilar con los correligionarios de Ricky Martin y ser reconocido por amigos y
familiares por lo que como defensa de su hombría utilizó como recurso
aclaratorio el gritar a todo pulmón y durante toda la trayectoria, “a mi me
agarraron por borracho, no por joto” Repitió incesantemente hasta que su voz se
lo permitió. Aclaro que no tengo nada en contra de los homosexuales, al
contrario, tengo amigos que lo son y merecen todo mi respeto, incluso,
parientes cercanos también aunque permanezcan enclosetados.
Otra anécdota conocida entre los laguneros de antaño es la de un comandante de policía, cargo que ocupó en varias ocasiones, quién en una ocasión tuvo que batallar con un individuo que quería ingresar al “honorable cuerpo de policía” pero no reunía varios de los requisitos, dicen que el principal era la falta de confiabilidad del titular de la dependencia. La duda es que si no era confiable por honesto o por todo lo contrario, la cuestión es que al momento de la entrevista final, el comandante, con esa voz que imponía le señala al aspirante que no puede habilitarlo como gendarme ya que no reúne el requisito de la estatura, a lo que el frustrado candidato le contesta, “pero si yo estoy más alto que el policía que siempre anda con usted, es mas, mándelo a llamar y nos medimos”. Ante tal argumento, al comandante, (quien años después sería el titular de la llamada silla de doña Leonor durante un trienio,) no le quedó otra mas que llamar al citado policía y sin llegar ha hacer el comparativo de la talla, le suelta a boca de jarro, haber mi oficial, dile aquí al paisano, cuanto mediste al entrar a la corporación, el emulo de tun tun, sorprendido por el inesperado cuestionamiento y sin comprender la pregunta, balbuceante sólo alcanza a decir, no le entiendo mi comandante, por lo que ya a punto de salir de sus casillas, éste le vuelve a repetir la pregunta: “dile cuanto mediste para que pudieras ser policía o te vas tres días de arresto”. El atolondrado cabo, con voz insegura y tartamudéate sólo alcanzó a preguntar: “¿en verdad quiere que se lo diga patrón?”, ya enfurecido el jefe le contesta, “con un carajo, si, dile cuanto mediste” y entonces, al responderle, vino lo que hace de ese momento, una anécdota inolvidable para los carmelitas, “pues le di 500 pesos y dos gallinas para que me aceptara en la agrupación”. Hasta ahí llegaron sus días de guardián del orden. El pobre no había entendido la pregunta y lejos de contestar su estatura, creyó que su superior lo estaba cuestionando a cuanto había ascendido la famosa “mochada” que había tenido que suministrarle. Lo que es la falta de comunicación o de entendimiento del lenguaje corporal.
Quiero aclararle amable lector, que estas dos anécdotas se dieron en el siglo pasado, la primera relatada, en los años cincuenta y la segunda, dos décadas después. La anterior acotación, para que se sitúe en el tiempo y en la circunstancia del Carmen del ayer. Para siguientes colaboraciones iremos narrando otras más recientes, algunas que le tocaron vivir al primo de un amigo otras, que conocemos por fuentes dignas de crédito y, le repito, omitiremos nombres para que no existan familias o personas que se sientan ofendidas. Mi compromiso es relatarlas conforme llegaron a mis oídos por personas que las vivieron o, en su caso por como las vivió el primo de un amigo. Serán interesantes y amenas, sobre todo, las que no son tan populares como las dos antes descritas. Para cualquier aclaración, comentario, recordatorio materno u ofrecimiento de datos o lo que es mejor, de algún emolumento, de preferencia, en efectivo, les proporciono mi correo electrónico: padillasierra@hotmail.com.
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