Las campañas políticas prácticamente ya
iniciaron no obstantes que los tiempos de ley no lo señalan, pero los eventos,
actos de proselitismo y demás, están a la orden del día y, como suele ocurrir,
el árbitro de la contienda, es decir, el Instituto Estatal Electoral, generalmente
el jugador número doce del partido en el poder, voltea a ver a otro lado y finge
demencia. Las televisoras, estaciones de radio y redes sociales, atiborradas de
spots políticos elaborados, en su mayoría, por mercadólogos expertos
en la mentira y que saben vender un producto. Los veo y escucho a algunos y reflexiono,
Si vendieran excremento, tendrían éxito. Añado que en algunos casos, eso es lo
que ofrecen, metafóricamente hablando.
La simulación es el principal
elemento para avanzar en la pirámide de la política; simular ser sumiso y poco
inteligente, aunque lo seas o no, para que los que manden vean en ti, a un tipo
manipulable, con minusvalías mentales, que no tiene ideas propias y mucho menos
contradiga u opine en contra de los poderosos tri o sexenales. Las decisiones
las toman ellos por muy erradas que están sean, al fin, el que manda, se puede
equivocar y volver a mandar que para eso es el jefe ante lo que los demás, es
decir, la prole, debe sumisión y aplaudir aun, sus errores y hacer como que un horror,
cualquiera lo tiene.
El pueblo no tiene ningún derecho a
la verdad política, como tampoco debe poseer bienes, tierras o tener resuelta
su estabilidad económica, de ahí el hecho, que se conformen con la mentira del político,
la palmada en la espalda, el guiño o el engaño de alguna falsa esperanza para
integrar su equipo de colaboradores o ya de perdida, ingresar a la nómina en
calidad de “asesor” o aviador, como es más común señalarle. Él prometer no
empobrece, dar, es lo que aniquila, sobre todo, en campañas políticas electorales,
tal cual es el caso. Recuerden estimados lectores, la “verdad” política, como
otros patrimonios, es una propiedad privada que le pertenece únicamente a la
plutocracia gobernante.
La muchedumbre, es crédula, miente y
puede ser engañada con la misma facilidad que quitarle un caramelo a un niño.
El pueblo, como aquel personaje de La Fontaine, es “hielo ante las verdades y
fuego ante las mentiras”. Por lo tanto, se necesita de más arte para convencer
al pueblo de una verdad saludable que para hacerle creer en una verdad
saludable. Que sea gobernado por su propio bien, con la mentira. Todos
mentimos. Los políticos, primero para obtener lo que aspiran, luego para
conseguir el voto, aunque esto, en ocasiones, no sea muy necesario ( recuerden
quien es el jugador número doce), pero , el pueblo si tiene el derecho inalienable
a la mentira activa: un “ debido privilegio” a cuyo ejercicio no pretende
renunciar y por el que demuestra tener un “obstinado apego”, manifestándolo de
diversas formas: haciendo circular chismes e infamias o falsos rumores en cafés,
radios pasillos, en cortito con los que mandan y, cada dia con mayor
intensidad, en las redes sociales, mismas que los conviertes en politólogos,
dueños de la verdad y lapidarios destrozadores de honras ajenas que afectan sus
mezquinos intereses.
Con la efervescencia política, la cobardía,
otro distintivo de algunos políticos y de la población metida en el circo de las
campañas electorales, hacen uso de todo elemento a su alcance para ofender,
agredir e injuriar a quienes consideran pueden ser un obstáculo para sus
aspiraciones o sueños guajiros de grandeza al pretender bajarse del ferrocarril
llamado “ la muerte”, el que trasporta en ínfimas condiciones a los centroamericanos
que anhelan el “sueño americano”, al vagón revolucionario en primera clase. Los
que lo consiguen, son la excepción de la regla. Los demás, a esperar la próxima
campaña.
Los troles o cuentas falsas en las
redes sociales están reproduciéndose al por mayor, forman parte de los cuartos
de guerra de los candidatos y generalmente los manejan jóvenes ilusos a quienes
les hacen creer que vituperando a los adversarios, sacándole sus trapitos
sucios o inventándoles ignominias, lograrán ganarse la confianza del poderoso y
así, lograr su propósito de cambiar su status de vida socio-económico. Craso
error, ellos, los ruines que se prestan y hasta gozan dándole rienda suelta a
su resentimiento social, son los más desconfiables de los poderosos y
desechables toda vez que abundan.
Por último, estimado lector, prepárese
para recibir los millones de spots electorales que se pagan con los dineros de
los impuestos. Para conocer los errores, la vida íntima y toda clase de agresión
mental y difamación de los candidatos a cargos de elección popular en algún partido
político que le pueda hacer sombra al gobernante y a sus candidatos. La suerte está
echada. La maquinaria encendida y el furor político, a su máxima expresión.
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