STRIPERS, LA MODA PASIONAL EN CARMEN
De los tiempos que llegan a mi
memoria, recuerdo a finales de los años 80s y en la década de los 90s, del
siglo pasado, cuando retornaron delegaciones de bailarinas exóticas y con
cuerpos esculturales de la hermana República de Cuba, quienes deleitaban las
pupilas y los instintos sexuales de los hombres y de mujeres , toda vez que también
venían esbeltos mancebos afroamericanos, por no decirles, negros, que despertaban
el lívido en quienes asistían a los lugares donde se presentaban,
principalmente a un local que se llamaba “Puntilla Fiesta” y el éxito era total. Mesas atiborradas,
consumo de licor a raudales y, lo más importante, la práctica del oficio más
antiguo de la humanidad: La prostitución tolerada y poco disimulada.
Muchas Cubanas tomaron su estancia en
la Isla para darse a la graciosa huida a los Estados Unidos, principalmente,
Miami Florida, donde gracias a sus atributos físicos, lograron hacerse de
cierto prestigio en el mundo de la farándula, tal es el caso de Aylin Mujica,
la cual, durante su estancia en Carmen, mantuvo un tórrido romance con uno de
mis mejores amigos, quien ya pasó a mejor vida. Envidia de la buena. Imagínese
usted, muchos integrantes de esas delegaciones rompe-matrimonios, nunca habían probado
la carne y me refiero a la comestible, no a la que está usted pensando, por lo
que con astucia les sacaron lo que quisieron a los entonces pirrurris, hoy,
dignos integrantes del club de los pájaros caídos.
El caso es que las y los cubanos enloquecieron
las hormonas sexuales de casados, divorciados, solteros, viudos y homosexuales,
al igual que en el sexo femenino, damas
a quienes no les “cumplían” sus parejas conyugales y tiraban al monte, dicho
coloquialmente, dándole rienda suelta a los Dioses de la mitología Griega, Príapo, similares y conexos. Las familias pudientes empezaron a preocuparse al darse
cuenta que sus hijos o hijas estaban faltando al mandamiento Cristiano de la no
fornicación y al voto de fidelidad matrimonial, pero lo que más les afectaba era
que veían que los casorios de sus calenturientos retoños, zozobraban y se dirigían
al derrotero del divorcio, “oh my god”, lo que diría la suciedad, perdón, la
sociedad.
Y aunque movieron sus influencias económicas
y políticas para que se terminaran esa clase de espectáculos que “atentaba”
contra las buenas costumbres y la “moral” de los Carmelitas, más de un
matrimonio termino en el juzgado familiar firmando el acta de divorcio, otras
perdonaron a sus conyugues y continuaron como si nada hubiera pasado utilizando
la frase de que “una vez lavado, es como nuevo”. Al fin y al cabo, habiendo
intereses económicos de por medio, las lenguas viperinas del café y sobre todo,
no poder comulgar los domingos en la Iglesia, sitio a donde van a expiar sus
pecados que de lunes a sábado cometen y conciencia tranquila.
Hoy, y por ello el título de éste paseíllo,
vemos con asombro la proliferación de antros de Shows sexuales protagonizados
por estríper que no es otra cosa que una persona, generalmente, masculino, de
cuerpo musculoso que divierte al público, en su mayoría, mujeres que ya
rebasaron las 3 décadas, ejecutando bailes de connotación sexual mientras se
quita la ropa hasta quedar en el llamado hilo dental o en algunos casos, desnudo,
lo que genera que los fluidos vaginales surjan cual cataratas de Niagara y olviden el Sacramento del Matrimonio, dándole
rienda suelta a sus propensiones carnales.
Hasta ahí, pues no hay nada de que se
pueda asustar este modesto libre pensador, el frijol en el arroz es que los
travestis también son golosas ante este tipo de exhibición y de quienes lo
practican y como los mancebos cobran más caro que las cubanas antes relatadas,
muchas veces se dan enfrentamientos entre las golosas y los travestis que
terminan dándose hasta con la cubeta e incluso, dirimiendo sus pleitos “por su hombre” en las redes sociales.
Ignoramos si exista alguna regulación,
en virtud de que muchos de estos jóvenes son de origen extranjero y si Migración
tiene la autoridad para verificar la documentación que les permita ejercer su
oficio. Es preocupante también de que ya hay más de diez Tugurios que se
dedican a este tipo de entretenimientos, la mayoría de ellos, en lugares en
donde viven familias y, evidentemente cuentan con la complicidad de quienes
otorgan los permisos de horarios, ya que todos concluyen con el Kikiriki del gallo y ya de mañana.
Carmen se ha vuelto una ciudad Cosmopolita y nada nos debe asustar, allá aquellos que al entrar a su casa tienen que
hacerlo de lado porque no les entra las cornamentas. Pobres de aquellos
infantes que ven llegar a sus progenitoras alcoholizadas, con el rostro, cual
pareciera que se acaban de pelear con un payaso, la ropa desfachatada pero eso sí, plenas y llenas de placer
comprado. Hasta la próxima.
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