martes, 27 de diciembre de 2011

Santa Anna y su chicle



No obstante que Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón ( 1794-1876) es uno de los personajes mas polémicos y que mayores pasiones despierta en la historia de México. Político y militar destacado, defensor de la república y pésimo agente de bienes raíces de gran parte del territorio, quien fuera por once ocasiones presidente del país es una de las monografías menos solicitadas para los chicuelos durante la instrucción primaria, esa que la constitución señala como obligatoria pero que representa un alto porcentaje de analfabetismo, ignorancia, pobreza extrema o jodidez, como usted le quiera llamar, amable lector. 
Volviendo con Santa Anna, representa una contraposición  que ha sido convertido por la historia oficial en un simple villano, digo, a estas alturas, se queda chiquito con lo que era el Carlos Salinas de Gortari de 1995 hasta hace menos de una década (lo bueno es que ya se nos olvidó y ya paso el enojo) o lo que representa Andrés Manuel López Obrador desde el 2005; Salinas ya es de nueva cuenta el jefe de la nomenclatura dinosáurica que está a punto de volver al poder presidencialista. Al tabasqueño por su parte, esta misma plutocracia lo considera como un” peligro para México” y vaya que es válido mencionarlo en tiempo actual, solo es necesario evaluar la permanente campaña en su contra en  medios electrónicos, redes sociales y periódicos bien maiceados.

El amigo de todos

Pero el personaje de estas líneas es Santa Anna y si lo ubicamos en su momento histórico, fue un emulo del duque de Otranto, José Fouche, ya que alió a su conveniencia  con los conservadores, los realistas, los liberales, los monárquicos o los insurgentes, el meollo de su asunto era el ejercicio del poder sin que valiera algo traicionar ideales, personajes o a la patria misma, cualquier semejanza con la realidad no es ninguna coincidencia y en unos meses lo volveremos a ver en todos los ámbitos políticos. Santa Anna  luchó al lado de todos los personajes importantes de su época, pero también contra ellos. Ni a su familia le supo guardar lealtad y se puede decir que su vida estuvo marcada por la ambición.

La historia oficial, que como señala el adagio, la escriben los vencedores, nos lo ubican como el vendedor de la mayor parte del territorio nacional aunque oculta mucha información, buena y mala de su proceder que a fin de cuentas y tal y como están las cosas en el país, no creo que les interese mucho a sus pobladores: ellos ya juzgaron lapidariamente  y Santa Anna , desde su espíritu vaga incomprendido en su hacienda “Manga de clavo” en la cafetalera zona del Encero, Veracruz, muy cerquita de Xalapa, capital jarocha, emitiendo quejidos de inconformidad y de incomprensión. Que conste que no creo en la brujería ni similares y/o anexos pero se lo agregué para darle aroma al café o a la modesta columna.

Adivinen quien inventó el chicle...

El asunto que quizás si desconozca alguien de los dos o tres lectores que me hacen el favor de leerme es el siguiente: se trata de los chicles de Santa Anna; la antigua costumbre mexicana de mascar la goma que se obtiene de la resina del árbol llamado chicozapote y que data de la época prehispánica, se conserva durante la colonia y en los años del México (in) dependiente , misma que fue globalizada, comercializada y hecha un emporio económico por un  bandolero, compañero de celda de Santa Anna durante una de sus estancias en prisiones gringas. Resulta que míster Adams observa que el tullido que enterró a su pierna con todos los honores, arrancaba pedazos de una tableta muy extraña que después masticaba sin tragar, lo que le genero curiosidad y se avoco a investigar todo lo posible para su industrialización.


Adams, hombre medio hamponcito y a la par, visionario que solo le falto ser político para tener la trilógica de personalidad  , importa 2300 kilos de resina que después endulzo y formo bolitas y las comercializó, negocio que generó el nacimiento de uno de los productos de mayor venta en el mundo, para beneplácito de los dentistas, fundando la primera fábrica de chicles que hubo en el orbe, misma que se llamo, precisamente, Adams Chewings  Gum, quien no ha calmado los nervios o quitado el mal aliento un chicle Adams? Podría asegurar que nadie (de mi época). En lo particular, fueron mis preferidos el de plátano y el rojo o de tutti frutti. ¿Y el suyo, distinguido lector?  
Esa es la historia de otra aportación que le hizo el paisano Santa Anna a los vecinos del norte pero de esto, ni un chicle saborizado recibió. Paradojas de la vida.

2 comentarios:

  1. No estoy muy seguro de creer esto.
    De donde sacas esta historia?.

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  2. No estoy muy seguro de creer esto.
    De donde sacas esta historia?.

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