En uno de sus números recientes, la prestigiosa revista The Economist
presentaba a sus lectores un dossier sobre los nuevos retos de la
profesión periodística en la era de internet.
No cabe duda que el uso intensivo de internet por parte de miles de
millones de personas alrededor del planeta está impactando de manera
significativa en el quehacer de los medios de comunicación tradicionales.
Los periódicos han sido impactados de lleno por el internet. Muchos de
ellos han tenido que cerrar por la baja de las ventas. Entre 2005 y 2009 la
circulación de periódicos bajó un 15.9% en Gran Bretaña, un 13.3% en Estados
Unidos, un 8.3% en Alemania y un 5.7% en Francia. En 2009 la circulación
mundial de periódicos en el mundo alcanzaba una cifra de 517 millones de ejemplares
diariamente. Pero no todo son malas noticias. En el mismo lapso de tiempo que
va de 2005 a 2009 la circulación de periódicos creció 10.4% en China, 20.7%
en Brasil y 39.7% en la India ( The Economist, 9 de julio de
2011).
Algunos periódicos han ido probando suerte en el mundo virtual,
buscando complementar a través de anuncios en la red la caída de los ingresos
por la venta de ejemplares impresos. El monto gastado en publicidad en
internet, sin embargo, todavía se encuentra lejos de lo que las empresas
anunciantes invierten en las publicaciones en papel, aunque es probable que
con el paso del tiempo esto cambie de manera significativa.
Lo cierto es que el consumidor les lleva una enorme ventaja a los
medios de comunicación que quieren cobrar por acceder a sus contenidos en
internet. Los ciudadanos han decidido ejercer a plenitud su renovado papel.
Millones de personas se preguntan por qué tienen que pagar por obtener
información que pueden obtener gratis a través de miles de páginas web
dedicadas a generar, procesar y difundir información.
En esta nueva tierra desconocida los periódicos más prestigiosos hacen
malabarismos y buscan reinventarse. Unos intentan obtener ingresos mediante
el pago por el acceso a su página web, otros abren completamente todos sus
contenidos digitales (textos, fotos, vídeos) y se enfocan en la venta de
anuncios virtuales. Otros más han ido de un modelo a otro y han terminado
optando por cobrar el acceso a una parte de los contenidos y dejar abierta y
gratuita otra parte, de forma que puedan obtener ingresos de sus lectores más
asiduos pero seguir captando nuevos lectores o lectores esporádicos en el
voraz tráfico que se genera en la red.
A todo lo anterior debe añadirse el impacto que sobre la profesión
periodística está teniendo el llamado periodismo ciudadano o periodismo
cívico. La cobertura que hizo CNN del terremoto en Japón tuvo el auxilio y
colaboración de miles de ciudadanos que decidieron compartir sus fotos y sus
vídeos, construyendo de esa manera una red de corresponsales que nunca
hubiera podido soñar sin los avances tecnológicos que se han producido en los
últimos años. Cada persona que tenga un teléfono celular con cámara puede
convertirse de pronto en una fuente noticiosa de gran relevancia.
Un fenómeno que está a medio camino entre el periodismo clásico de
investigación y el periodismo ciudadano es el proyecto de Wikileaks, cuya
cara más visible (para bien y para mal) ha sido Julian Assange. Wikileaks se
ha beneficiado de la posibilidad de trasladar por todo el planeta información
de forma relativamente anónima, relativamente barata y en grandes cantidades,
cosa que es posible precisamente gracias a internet. Algunos medios
tradicionales ya han creado sus propios buzones cibernéticos para que quienes
tengan información reservada que consideren de interés público, puedan
hacerla llegar de forma anónima y segura.
Wikileaks filtró cientos de miles de documentos, con la ayuda de
varios medios de comunicación impresos del mayor prestigio a nivel mundial y
todos pudimos ver el desempeño real de la diplomacia de los Estados Unidos.
Aunque la filtración causó una reacción muy dura por parte del gobierno
estadounidense, lo cierto es que salieron mucho peor parados los gobiernos de
otros países, que quedaron exhibidos como corruptos, negligentes y malos
administradores por la claridad, la sagacidad e incluso a veces el buen humor
de los cables redactados por los diplomáticos norteamericanos.
El cambio tecnológico en curso, el uso intensivo de internet por miles
de millones de personas en todo el planeta, la disminución de ingresos, el
surgimiento de periodismo ciudadano y las nuevas formas de filtración de
documentos oficiales. Todo ello suministra un entorno complejo para los
medios de comunicación, que tienen frente a sí el reto de evolucionar… o
morir.
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