
En nuestro país, desde pequeños
nos inducen psicológicamente la idea de que la virgen se apareció al indio Juan
Diego,( hoy ya convertido en santo sin que exista ninguna evidencia de su
existencia), en diciembre de 1531 y, según la leyenda, fabula o mito, por
instrucciones precisas de ella, en el
cerro de Tepeyac se construyo y con el paso de los años se ha convertido en el
principal centro de adoración de los mexicanos católicos con sus respectivos
actos que algunos llaman fe , dogmas, milagros y, otros, fanatismo,
charlatanería o sortilegios. Todo es según el cristal con el que se le mire y
el grado de sentido común, inteligencia o educación.

Así, el tema Guadalupano se ha
ido cargando de tantas connotaciones afectivas, que en México es imposible
abordarlo con la fría objetividad de la investigación histórica, porque toca lo
fundamental de un ser humano: su fe; el tema guadalupano tiene aspectos de
fruto prohibido y de tabú; Vicente Leñero
señala que “ hay por docenas trabajos, ensayos y estudios sobre la virgen de
Guadalupe, pero casi todos ellos carecen del rigor intelectual que el tema
amerita, y dictados con frecuencia por la pasión partidista o inscritos en el
ámbito de esa preocupación apologética que tiende a dogmatizar toda devoción
mariana…”
Otro detalle, la autentica Virgen
de Guadalupe no es mexicana, no, la más antigua veneración que se le haya hecho
a la Virgen en cuestión se da a finales del siglo doce en Guipúzcoa, país Vasco;
años después, en 1381, en la provincia de Jaén, España, se le venera como
patrona de la ciudad ya que según la tradición , fue descubierta por el
labrador, emulo de Juan Diego, realizándose desde entonces una romería que
concluye cada 8 de diciembre, es decir, 4 días antes de la nuestra. Que
coincidencia?

El milagro de las rosas responde
más a la necesidad de los españoles de colonizar, lo menos sangriento posible,
estas tierras en su codicioso afán de riquezas, oro y tierras fértiles, sin
olvidar, la mano de obra gratuita. Sirve también para aliviar la mala
consciencia de los invasores y de sus descendientes, existen cientos de
elementos científicos que demuestran que ni el tal milagro existió;, ni el
ayate tiene divinidad y, el origen de todo, el tal Juan Diego no existió. Amén.
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